Al principio fue como una neblina de humedad, como un vaho gris y amenazante que volaba en el aire manchando el cielo, cerrando el horizonte, esfumando los árboles. Después se acostumbraron a aquella gigantesca presencia del humo de la fábrica en el cielo del campo, como se acostumbraron al ambiente mecánico, al ruido de las máquinas, a las horas sin forma y al angustioso quejido de la sirena. Pasaron del olor del surco al del aceite, del movimiento de los bueyes al de las bielas, de las señales profundas de la naturaleza a los relojes y los manómetros. Tenían el aspecto de haber contraído una enfermedad monótona y tediosa, habían olvidado el idioma de los animales y el ritmo de las cosechas.
Arturo Uslar Pietri - Humo en el paisaje
jueves, enero 25, 2007
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