Durante su infancia, “El Pernales” fue pastor de cabras. Junto con su padre, cometió pequeños robos que les servían para ir malviviendo hasta que en un encuentro con la Guardia Civil, su padre murió a consecuencia de un golpe de culata. Tras este incidente, “El Pernales” se unió a la partida de otro bandolero conocido como “El Soniche”, que era su tío. Durante esta etapa fue cuando ganó su apodo. Perseguida por la Guardia Civil, poco a poco la cuadrilla se desbandó y “El Pernales” formó su propia banda con otros dos compañeros: Antonio López Martín, “el Niño de la Gloria” y Juan Muñoz “el Canuto”. Una de sus primeras acciones con su cuadrilla fue el asalto a un cortijo en el que violó a dos muchachas.
Con el paso del tiempo, “El Pernales” se casó (1901) con María de las Nieves Caballero, de la que tuvo dos hijas. A pesar de su boda, continuó con su actividad delictiva, centrada en esta época en el asalto a tabernas y ventas. Los malos tratos continuados a su mujer y sus hijas propiciaron que estas huyeran. Las cosas tampoco andaban bien en su faceta de bandolero y sus compañeros habían muerto a manos de la Guardia Civil. A partir de entonces, actuó en compañía de Antonio Sánchez, “el Reverte” y, posteriormente, de Antonio Jiménez, “el Niño del Arahal”.
En este periodo entre 1901 y 1906 se enfrentó repetidas veces a la Guardia Civil y se ganó el odio de buena parte de la población al actuar como la antítesis de Robin Hood, robaba a los pobres para quedárselo él. Las cosas iban de mal en peor e incluso varios lugareños intentaron asesinarle hartos de sus fechorías. En 1907 decide emigrar a América para escapar de la persecución de la Guardia Civil y del odio de sus convecinos. Emprende viaje hacia Valencia dónde piensa embarcar hacia el Nuevo Continente. Sin embargo, es interceptado por los civiles en la Sierra de Alcaraz (término municipal de Villaverde de Guadalimar) el 31 de agosto. Se inicia un tiroteo y “El Pernales” cae muerto junto a su compañero. Según el informe de la Guardia Civil, las posesiones de Francisco Ríos González en el momento de su muerte se limitaban a un mulo, una escopeta de dos cañones, un revólver, 300 pesetas, una pluma y dos cartas. Su compañero, “el niño del Arahal” tenía una mula, un revólver, una navaja y 400 pesetas.
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