miércoles, diciembre 26, 2007

Una tarde de cine

La gente todavía estaba entrando en la sala cuando las luces empezaron a atenuarse. La linterna del acomodador era el faro que señalaba el camino a los rezagados y la señal para que las parejas dejaran de abrazarse por un instante. Los recién llegados, con la humildad del que llega tarde, se disculpaban con frases hechas mientras los siseos anónimos revelaban esa agitación entre incómoda y divertida que precede a la proyección. El telón comenzó a moverse lentamente y desde lo alto un rayo de luz dibujo las primeras imágenes en la pantalla. En algún lugar, alguien iba a asistir a un nuevo capítulo de nuestra vida.

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