viernes, noviembre 30, 2007
Oxígeno
Laura Esquivel - Como agua para chocolate
jueves, noviembre 29, 2007
martes, noviembre 27, 2007
lunes, noviembre 26, 2007
Carta fúnebre de un patricio romano
En unas excavaciones arqueológicas cerca de Ostia (Italia), se ha encontrado una construcción funeraria del siglo II. La tumba, probablemente de un patricio romano por la calidad de la construcción, contenía un pergamino con la que se supone que era la alocución escrita por el finado con el objeto que fuese leída el día de su funeral. El texto del pergamino reza así:
A mis seres queridos, familiares y otras personas que me pudieran oír:
En primer lugar quiero que me disculpéis si no os saludo personalmente a todos y cada uno de vosotros, pero convendréis conmigo que si así lo hiciera, probablemente huirías despavoridos y no podrías escuchar lo que os quiero decir. Así pues, espero que comprendáis que, en esta situación, mi actitud se ciña a la costumbre y sea un poco fría.
Me dirijo a vosotros para hablaros por última vez y expresaros la gratitud que siento en estos momentos en los que os abandono. No temáis, seré breve. Mi amada esposa, hoy ya viuda a mi pesar, podrá dar fe de que siempre lo he sido. Sabéis que mi vida ha estado llena de dicha y felicidad y en este momento en el que, sin duda alguna, os embarga la emoción, no quiero mencionar ninguno de los reveses que fruto del destino, alguna vez se han abatido sobre mí. Todos, de una manera u otra, habéis participado de ellos y conocéis, tal vez mejor que yo, los detalles de tales infortunios. Sólo quiero pediros disculpas si en alguno de estos lances aciagos mi comportamiento no fue el que esperabais de mí y habéis tenido que esperar hasta hoy para escuchar estas palabras.
No es este el momento de estar triste, yo no lo estoy. No nos veremos más. Sin embargo, no sea este obstáculo para que yo no guarde recuerdo vuestro allá dónde sea que mi alma vaya ahora. Que no sea esta una despedida, sino sólo un “hasta pronto”.
Vuestro
Marco Valerio Varro
domingo, noviembre 25, 2007
El río de la vida
en un puente
con pilares de cristal
en acero se convierten
si conmigo lo vienes
a cruzar
MIlagros
A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de los anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que, por milagro, no se le han roto. Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y pide un estuche de cuero almohadillado doble protección. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.
Infamia
Un tribunal saudí ha condenado a una víctima de violación a 200 latigazos y 6 meses de cárcel. La muchacha, que tenía 18 años cuando sucerdieron los hechos, había quedado con un compañero de instituto para recuperar unas fotos que le dio cuando tenía 16. Acababa de prometerse y no quería problemas con el que legalmente ya era su marido. Los jóvenes se encontraron en el aparcamiento de un centro comercial. Unos desconocidos les robaron el coche y les condujeron a un descampado donde junto a otros cómplices les violaron.
A pesar de que, en consonancia con la jurisprudencia saudí, el fiscal pidió la pena de muerte para los siete presuntos violadores, los jueces limitaron la condena a entre 10 meses y cinco años de cárcel más entre 80 y 1.000 latigazos. También fallaron que la muchacha y su acompañante debían recibir 90 latigazos "por encontrarse juntos sin tener parentesco", lo cual constituye un delito en el reino. Indignada con una condena que ha sorprendido incluso a los saudíes, acostumbrados a la arbitrariedad de sus tribunales, la Chica de Qatif pidió a su abogado que la recurriera. El pasado día 14, los jueces elevaban la pena de los violadores a entre dos y nueve años, pero también aumentaban el castigo para la víctima a 6 meses de cárcel y 200 latigazos.
Fuente: El País
sábado, noviembre 24, 2007
Mi casa
del vacío acumulado
a lo largo de una vida
Una mañana desperté
y tiré todo el lastre
Me quedé sólo contigo,
invisible como el aire,
necesaria como el agua.
Series de Televisión (2) Hoy: Espacio 1999
Producción: ITC Entertainment (Reino Unido)
Trama: El 13 de septiembre de 1999, una explosión nuclear desplaza a la Luna de su órbita y la arroja fuera del Sistema Sola. Los miembros de la base lunar Alfa luchan por sobrevivir en el espacio exterior.
Años en antena: 1975-1978
Actores principales: Martin Landau (Comandante John Koenig) y Barbara Bain (Dra. Helena Russell)
Espacio 1999 (cabecera)
viernes, noviembre 23, 2007
Banalidad
El recuerdo de este libro ha surgido de la lectura en los periódicos la noticia de dos menores de un instituto de Sevilla que habían abusado sexualmente de una compañera y, tras grabar el abuso con el teléfono móvil, habían distribuido el video entre sus compañeros de instituto (el país edición del 23/11/07). Al leer la noticia inevitablemente he pensado en la banalidad del mal. ¿Cuáles fueron los motivos de estos muchachos? Probablemente ningún otro que considerar que tenían derecho a hacer lo que hacían porque era divertido, o porque les proporcionaba una gratificante sensación de dominación o, peor, porque les hacía populares. Banalidad o narcisismo. Sin embargo, ante la proliferación –real o aparente – de este tipo de hechos, cabe preguntarse por qué en estos casos no actúa el principio que hace humano al ser humano: No, no causaré daño.
Con excepciones, pero la mayoría de estos casos no suceden en el lumpen ni en la marginación extrema. Son cometidos por jóvenes que pertenecen a la clase media o alta. No son expresiones de rabia nacidas de la incultura, la pobreza y el arrinconamiento. Responden a algo mucho más profundo, a la banalización del dolor ajeno y a la exaltación del hedonismo y la popularidad como valores superiores de la sociedad actual. Hemos perdido algo en el camino. El desarrollo tecnológico ha elevado nuestro nivel material de vida pero no nuestra calidad humana. Del tanto tienes, tanto vales hemos evolucionado al consigue lo quieras y no importa como lo hagas. Lamentable.
Si podemos datar el nacimiento de la sociedad moderna en la Revolución Francesa, vemos que más de doscientos años después, el espíritu encarnado por el lema “Libertad, Igualdad, Fraternidad” aún esta lejano. En este mundo post-industrial y globalizado, la libertad aún es un bien escaso para la mayoría de la humanidad; la igualdad una utopía y la fraternidad, una quimera. Cuando reflexiono sobre esto (y, obviamente, soy consciente de que mis reflexiones no van a aportar ninguna solución al problema), no me queda otro remedio que decir (activamente, aunque sea en voz baja): No, no participaré en este juego; no callaré ante las injusticias, no apartaré a otro para ponerme yo; no causaré daño si puedo evitarlo. NO SERÉ BANAL.
Espero no flaquear.
jueves, noviembre 22, 2007
Historia de Grast y Yun
En la noche de los tiempos, cuando el ser humano aún no había conocido la maldad, hubo un hombre llamado Grast. Grast vivía en la interminable sabana africana. Sus días transcurrían entre la caza, la recolección y su trabajo con las herramientas. Sus preocupaciones eran simples y sus deseos eran primarios y naturales: sed, hambre, sexo; poco más.
Una noche, mientras estaba tumbado observando las estrellas escuchó un ruido. Se puso en alerta y con un movimiento felino se incorporó. Entre las hierbas altas vio el cuerpo de una mujer que, tumbada como él, miraba a las estrellas. Sus miradas se cruzaron y pudo ver como el cuerpo de ella se ponía en tensión, lista para escapar. Grast bajó los brazos y le enseño las palmas desnudas de sus manos. Lentamente se acercó a ella y se tumbó a su lado. Grast miró al cielo y la miró a ella. Señalándose a sí mismo dijo: “Grast”. Ella contestó: “Yun”. Sus cuerpos se acercaron. La piel de Yun era suave y cálida como una brisa de verano; la de Grast rugosa y castigada por el sol. Grast la acarició con sus gruesas manos callosas; Yun sonrió. Se abrazaron lentamente y por fin pudieron dormir.
miércoles, noviembre 21, 2007
Desnuda mi alma
ante ti me presento.
Virgen,
sin defensas ni artificios,
inerme.
Desnuda mi alma,
ante ti no necesito corazas.
lunes, noviembre 19, 2007
No, woman no cry
No, woman, no cry.
ere, little darlin, dont shed no tears:
No, woman, no cry.
Everythings gonna be all right!
Everythings gonna be all right!
Everythings gonna be all right!
Everythings gonna be all right!
I said, everythings gonna be all right-a!
Everythings gonna be all right!
Everythings gonna be all right, now!
Everythings gonna be all right!
Bob Marley & The Wailers - No, woman no cry
domingo, noviembre 18, 2007
Clásicos populares (262) (de otoño)
When the dawn begins to crack.
It's all part of my autumn almanac.
Breeze blows leaves of a musty-coloured yellow,
So I sweep them in my sack.
Yes, yes, yes, its my autumn almanac.
Friday evenings, people get together,
Hiding from the weather.
Tea and toasted, buttered currant buns
Can't compensate for lack of sun,
Because the summer's all gone.
La-la-la-la...
Oh, my poor rheumatic back
Yes, yes, yes, it's my autumn almanac.
La-la-la-la...
Oh, my autumn almanac
Yes, yes, yes, it's my autumn almanac.
I like my football on a saturday,
Roast beef on sundays, all right.
I go to blackpool for my holidays,
Sit in the open sunlight.
This is my street, and I'm never gonna to leave it,
And I'm always gonna to stay here
If I live to be ninety-nine,
cause all the people I meet
Seem to come from my street
And I can't get away,
Because it's calling me, (come on home)
Hear it calling me, (come on home)
La-la-la-la...
Oh, my autumn armagnac
Yes, yes, yes, it's my autumn almanac.
La-la-la-la...
Oh, my autumn almanac
Yes, yes, yes, yes, yes, yes, yes, yes.
Bop-bop-bopm-bop-bop, whoa!
Bop-bop-bopm-bop-bop, whoa!
La subversión de los sentidos
sábado, noviembre 17, 2007
Envejecer
al mirame al espejo
caí en la cuenta
que envejezco
y que cada día
me gusta menos
el mundo que veo.
Esta tarde,
al pensar en ello
comprendí
que sólo cabían
dos salidas:
el cinismo o la esperanza.
Como no sé mentir
(sin sonrojarme)
y aun creo
que el mañana será mejor
escogí la esperanza.
Así pues,
mañana,
mientras me afeite
estudiaré la forma
de sembrar flores
en mis arrugas
y,
si por casualidad
crecen hermosas,
las guardaré para ti.
George Harrison - Here comes the sun
viernes, noviembre 16, 2007
miércoles, noviembre 14, 2007
Pax Americana
La investigación del FBI aún no ha concluido, pero sus hallazgos, que indican que los empleados de la compañía usaron sus armas de fuego de forma imprudente, ya han están siendo examinados por el Departamento de Justicia.
Fuente: EFE
Y sin embargo
inundan el aire
como cuchillos afilados
que hieren la carne
y reviven el dolor
de tiempos tan lejanos
que creía olvidados
Y sin embargo,
aun recuerdo la primavera.
sábado, noviembre 10, 2007
España cañí (2)
La empleada llamó rápido a su jefe, y éste, a la policía, que le detuvo varias calles más abajo del establecimiento, aun con las patas de pollo en su poder. En principio, fue detenido por intento de robo. El viernes se celebró contra él un juicio rápido de faltas en el Juzgado de Instrucción 2 de Tarragona. Durante la vista, algunos no pudieron eludir la risa.
Fuente: EFE
viernes, noviembre 09, 2007
jueves, noviembre 08, 2007
Cuando el niño era niño
Cuando el niño era niño, las manzanas y el pan le bastaban de alimento, y todavía es así. Cuando el niño era niño, las bayas le caían en la mano sólo como caen las bayas, y ahora todavía lo hacen. Las nueces frescas le ponían áspera la lengua, y todavía es así. Encima de cada montaña tenía el anhelo de una montaña más alta, y en cada ciudad el anhelo de una ciudad más grande, y siempre es así todavía. En la copa del árbol tiraba de las cerezas con igual deleite como hoy todavía lo sigue haciendo. Se asustaba de los extraños, y todavía se asusta; esperaba las primeras nieves, y todavía las espera. Cuando el niño era niño, lanzó un palo como una lanza contra un árbol, y aún hoy vibra todavía.
Con sigilo se acercará el alba
con sigilo se acerca la noche
y crece en ella
un silencio denso
que atrapa el espacio
y deforma el tiempo
Con sigilo
se acercará el alba
y empezarán los sueños.
George Harrison & Bob Dylan - If not for you
miércoles, noviembre 07, 2007
España cañí
El suceso ocurrió el pasado domingo en el transcurso de unas jornadas micológicas celebradas en Fuentes de León cuando, tras un día de recogida y exposición de hongos, J.M.H. se enzarzó con otros vecinos en una discusión sobre la capacidad letal del ejemplar, que permanecía expuesto con un cartel en el que se alertaba sobre su peligro con la ingesta de sólo veinte gramos.
José María Álvarez, testigo y miembro de la asociación juvenil y medioambiental local 'La Sotarraña' -organizadora de las jornadas-, explicó que, en un momento de la discusión, J.M.H. "agarró de pronto" la seta expuesta y, para probar que no era venenosa, mordió y comenzó a masticar la mitad de su sombrero.
Aunque en un principio se negó a ser trasladado al Hospital de Zafra (Badajoz) en ambulancia, finalmente un amigo le convenció y cuando ya estaba en el centro hospitalario comenzó a sentir los síntomas de la intoxicación, "al hincharse todo su cuerpo, ponerse amarillo y comenzar a vomitar", explicó Álvarez, quien añadió que de inmediato fue trasladado en una UVI móvil al Hospital Infanta Cristina de Badajoz.
Tras permanecer dos días ingresado en la UCI, el martes por la tarde pasó a planta a la espera del resultado de los análisis que le han realizado sobre órganos vitales como el hígado.
Sín comentarios...
martes, noviembre 06, 2007
Certezas e incertidumbre
la noche precede al día
y el día sigue a la noche
Mil certezas como esta
y una sola incertidumbre:
¿mañana?
Eurythmics - When tomorrow comes
lunes, noviembre 05, 2007
Ayuda a México (inundaciones en Tabasco)
Más datos en el siguiente enlace: http://www.sre.gob.mx/espana/
También puede ayudarse (Cruz Roja de México) en:
BBVA BANCOMER
No. de cuenta 0401010115
A nombre de CRUZ ROJA MEXICANA I.A.P.
En la frontera del alba
en la frontera del alba,
los ojos cerrados
se aferran a la noche
y los oídos ya despiertos,
heridos por el rumor
del día que asoma
se niegan a escuchar.
Roto el sueño,
en la frontera del alba
quisiera estar allí.
sábado, noviembre 03, 2007
viernes, noviembre 02, 2007
Clásicos populares (256)
jueves, noviembre 01, 2007
Cuento para la noche de difuntos
Osvaldo había oído muchas veces la historia. En el momento de tu muerte, tu vida pasaba ante ti como un documental reproducido a velocidad rápida; luego entrabas en un túnel oscuro en cuyo fondo se veía una potente luz a la que te acercabas rápidamente y finalmente, sentías una gran paz. ¡Qué gran mentira! – dijo para sí mismo. ¡Si la gente supiese lo que de verdad te sucedía, probablemente nadie se atrevería a morirse!
Osvaldo llevaba doce días muerto y sólo había tenido problemas y quebraderos de cabeza. Al principio todo se había ajustado al guión que ya conocía. Primero, había visto su vida como una serie de flash-backs que, para ser sincero, estaban tan desordenados que conformaban una historia sin pies ni cabeza. Luego había entrado en el túnel y había visto la luz o, mejor dicho, las luces, ya que donde realmente había entrado era en un pasillo iluminado con unas tenues luces rojizas parecidas a esas señales de emergencia que hay en algunos edificios. Tras recorrer el túnel, había llegado a una gran sala con el suelo de mármol y paredes de un blanco sucio (era obvio que el mantenimiento brillaba por su ausencia) en la que un montón de gente deambulaba arriba y abajo con aire entre impaciente y aburrido. En el fondo de la inmensa sala podía verse una ventanilla sobre la que colgaba un letrero electrónico que en grandes letras anunciaba: INGRESOS y un número larguísimo que cambiaba de vez en cuando. Osvaldo no pudo menos que imaginar que estaba en un banco. Una gota de sudor frío (o así le pareció a él) recorrió su frente al preguntarse si hasta después de muerto le iban a seguir reclamando que pagara la hipoteca de su casa.
Confundido, Osvaldo se dirigió a uno de los muertos que le causó mejor impresión y se dirigió a él: disculpe, ¿podría decirme que hacemos aquí? Su interlocutor, le lanzó una mirada compasiva y le dijo: ¿usted acaba de llegar, verdad? Sí – respondió Osvaldo. Ya se nota – respondió el espectro. Estamos en la sala de ingreso al cielo. Coja un número de turno en la máquina dispensadora de aquel rincón y, cuando su número aparezca en la pantalla, vaya hasta la ventanilla. Ahí le indicarán. Cuando Osvaldo quiso darle las gracias por la información el espectro ya se alejaba con su andar cansino.
Siguiendo las indicaciones del espectro, Osvaldo se dirigió hasta la máquina dispensadora de turnos y cogió su número: 8564335212. Miró la pantalla para hacerse una idea de lo que tendría que esperar y se dio cuenta que aquello iba para largo. De repente comprendió el porqué de todas aquellas almas en pena yendo de un lado al otro de aquella enorme sala en la que no se veía un solo lugar para sentarse.
Tras muchas horas dando vueltas a la sala, por fin apareció su número en la gran pantalla. Osvaldo corrió hacia la ventanilla, temeroso de que pasase su turno y tuviese que volver a empezar de nuevo. Sin levantar la cabeza para mirarle, el tipo que estaba detrás del mostrador dijo: ¿Nombre? Osvaldo Pérez Jiménez – contestó Osvaldo. El funcionario tecleó su nombre y mirando la pantalla del ordenador dijo con su cara inexpresiva: ¿Extranjero? Osvaldo se quedó sorprendido por la pregunta. ¿Qué quiere decir? – repuso. El funcionario, poniendo cara de “vaya, otro de esos”, empezó a explicarle con cara de fastidio: Mire – dijo, aunque esto sea el cielo, hay que llevar las cosas con orden, así que cada país tiene su cielo. Si usted es extranjero, tiene que demostrar que este es el cielo que le pertenece. Si no lo hiciéramos así, esto sería Sodoma y Gomorra. ¡El registro es el registro! – sentenció el funcionario. Osvaldo miró al funcionario con cara de incredulidad y sólo se atrevió a balbucear un tímido: Sí. Necesito su permiso de residencia y su pasaporte – replicó el funcionario.
Osvaldo no daba crédito a lo que estaba oyendo. Durante los últimos tres años había vivido alejado de su familia, sin papeles, trabajando en lo que salía por un sueldo la mitad que el de cualquier otro por el hecho de no tener residencia legal y ahora resultaba que necesitaba también un permiso de residencia para entrar en el cielo. Intentó razonar con el funcionario. Mire, es que al morirme olvidé mis papeles allá abajo – mintió. Oiga, no me cuente milongas – le espetó el funcionario, ¿tiene o no tiene el permiso de residencia y el pasaporte? Osvaldo no respondió, tan solo bajo la cabeza una vez más y se quedó en silencio. El funcionario se apiadó de él y en un tono entre amigable y paternal le dijo. Oiga, si no tiene permiso de residencia, tiene que tramitarlo en la oficina de nuestra embajada en su cielo. Pero le advierto que está complicado que le den el permiso de residencia. Si usted tuviese familia aquí… -dijo el funcionario. Osvaldo negó con la cabeza.
Preguntando aquí y allá, Osvaldo por fin se enteró de dónde estaba su cielo y de cómo podía llegar. Cada tres días salía una lanzadera que hacía la ronda por todos los cielos. Gracias a las indicaciones de otras ánimas en pena, llegó hasta la parada de la lanzadera. Allá, de nuevo otro rótulo con un número. Instintivamente buscó la máquina dispensadora de turnos y cogió su número. Tras una larga espera, llegó la lanzadera y empezó a subir la gente por estricto orden de turno. Osvaldo, como ya suponía que iba a ocurrir, se quedó en las puertas por tan solo tres números, pero eso significaba esperar otros tres días. Por fortuna, como estaba muerto y no tenía otra cosa que hacer, podía esperar. Al tercer día, la lanzadera llegó puntual y Osvaldo subió a ella. Su cielo estaba en la penúltima parada del circuito celestial, lo que quería decir que iba a estar al menos día y medio dando vueltas en la lanzadera. Se sentó en su sitio y miró por la ventanilla. Nada, no se veía nada, sólo ese resplandor mortecino que lo invadía todo. ¡Qué larga se me está haciendo la eternidad y no llevo ni una semana aquí! – pensó para él.
Tal como había supuesto tardó día y medio en llegar a su cielo. Le había estado dando vueltas al asunto y había decidido que lo mejor era evitarse problemas y entrar en su cielo. A lo mejor no era tan moderno ni tan bonito, pero seguro que no le pondrían trabas a un compatriota que volvía a casa. Al llegar tuvo que repetir la liturgia. Coger un número, esperar a que saliera anunciado en la pantalla gigante y dirigirse a la ventanilla. El funcionario que le atendió (juraría que era el mismo del otro cielo) le preguntó su nombre nuevamente, lo tecleó en el ordenador y mirando la pantalla del ordenador dijo con su cara inexpresiva: ¿Emigrante? Sí, contestó Osvaldo. Bien – repuso el funcionario. ¿Tiene su tarjeta de emigrante? – le preguntó el funcionario. ¿Cómo? -se atrevió a musitar Osvaldo. ¡Que si tiene su tarjeta de emigrante! – repitió el funcionario poniendo esa cara de “vaya, uno de esos”. Mire, si no tiene su tarjeta de emigrante, no le puedo hacer el ingreso. Tiene usted que ir al cielo de dónde venga, ir a nuestra embajada y solicitar que se la hagan. Una vez la tenga, vuelve y yo le admito aquí. Osvaldo estuvo tentado de darle un puñetazo, pero tendiendo en cuenta que estaba muerto y no tenía materia corpórea supuso que sería un esfuerzo inútil.
Bueno – pensó, si no me admiten aquí iré a la embajada y pediré la residencia. Nuevamente empezó a preguntar hasta dar con la embajada. Una fila inmensa de muertos esperaba en las puertas. El último – preguntó. Yo – contestó una mujer. Osvaldo se puso al final de la fila y se dispuso a esperar pacientemente. Después de muchas horas de pie en la fila (lo único que le gustaba de estar muerto es que el cansancio físico no existía), le llegó su turno. ¿Qué quería? – le preguntó un funcionario que era sospechosamente parecido a los otros dos con los que se había topado anteriormente. Mire, venía por lo del permiso de residencia. Verá, es que yo estaba… -empezó a explicarse Osvaldo. ¿Contrato de trabajo? – dijo el funcionario. No tengo - dijo Osvaldo. ¡Siguiente! – gritó el funcionario. Oiga pero es que allá me han dicho… Mire, consiga un contrato de trabajo, venga con él y aquí le tramitaremos el permiso – repuso el funcionario. ¡Siguiente! - gritó de nuevo.
Osvaldo se dirigió de nuevo a la parada de la lanzadera, cogió un número y se sentó a esperar. Entonces reparó en un cartel luminoso que decía: Bienvenidos a la eternidad. Un espasmo recorrió su cuerpo al leerlo, esto iba para largo.