martes, febrero 24, 2009
lunes, febrero 23, 2009
domingo, febrero 22, 2009
Un momento
Muestra a los hombres las imágenes desligadas de la apariencia,
Quita a los hombres la posibilidad de distraerse,
Es duro como la piedra,
La piedra informe,
La piedra del movimiento y de la vista,
Y tiene tal resplandor que todas las armaduras y todas las máscaras
quedan falseadas.
Lo que la mano ha tomado ni siquiera se digna tomar la forma
de la mano,
Lo que ha sido comprendido ya no existe,
El pájaro se ha confundido con el viento,
El cielo con su verdad,
El hombre con su realidad.
Paul Éluard - El espejo de un momento
Grandes películas: hoy: Luz de gas (1944)
Título: Luz que agoniza/Luz de gas
Título original: Gaslight
Año de estreno: 1944
Director: George Cukor
Guión: Patrick Hamilton (novela original: Angel Street); Walter Reischt y John L. Balderston (guión adaptado)
Dirección artística: Cedric Gibbons
Sinopsis: Tras muchos años de ausencia, Paula vuelve a Londres con su marido. La pareja se traslada a vivir a la casa en la que, siendo niña, Paula encontró el cadáver de su tía asesinada en extrañas circunstancias. En esa casa, Paula se sentirá cada vez más extraña y más alejada de su marido que la manipula psicológicamente para que pierda la razón.
Reparto:
Charles Boyer………………………………………. Gregory Anton
Ingrid Bergman …………………………………….. Paula Alquist
Joseph Cotton ………………………………………. Brian Cameron
Dame May Whitty ………………………………….. Bessie Thwaites
Angela Lansbury ……………………………………. Nancy Oliver
Barbara Everest ……………………………………… Elizabeth Tompkins
Emil Rameau ................... Mario Guardi
Edmon Breon ................... General Huddleston
Halliwell Howes ............... Mr. Muffin
Comentario: Un thriller psicológico clásico. Imprescindible.
George Cukor - Luz de gas (1944)
miércoles, febrero 18, 2009
lunes, febrero 16, 2009
domingo, febrero 15, 2009
Biografía
La vida sonriente y siempre inquieta.
La vida que huye volviendo la cabeza,
tentadora o quizá, sólo niña traviesa.
La vida sin más. La vida ciega
que quiere ser vivida sin mayores consecuencias,
sin hacer aspavientos, sin históricas histerias,
sin dolores trascendentes ni alegrías triunfales,
ligera, sólo ligera, sencillamente bella
o lo que así solemos llamar en la tierra.
Gabriel Celaya - Biografía
Animales reales e imaginarios (38)
La cebra de balcón se alimenta fundamentalmente de geranios, malvas y otras plantas ornamentales propias para su cultivo en balcones y terrazas. Puede vivir hasta treinta años aunque la mayoría de ejemplares no supera los veinticinco años de edad. A diferencia de sus parientes africanos, la cebra de balcón no tiene sentido gregario y, por lo tanto, no siente el deseo de formar manadas. Tampoco precisa de mucho espacio aunque resulta conveniente que pueda ejercitarse, motivo por el que se recomienda que se saque a pasear un par de veces al día.
El ciclo reproductivo es estacional con épocas de celo en la primavera periodo durante el cual, tanto machos como hembras muestran un comportamiento agitado y relinchan con frecuencia. La gestación dura once meses y las hembras suelen parir un único potrilllo.
sábado, febrero 14, 2009
miércoles, febrero 11, 2009
domingo, febrero 08, 2009
Memento mori
de tragarse demasiadas palabras y del cólico fenomenal que sigue
y los hay que mueren por hablar demasiado
pues las paredes —al contrario que las tapias, que están sordas— oyen.
Los hay que mueren de cansancio
de todo lo que hay que cambiar para que nada cambie
y hay quien muere de aburrimiento
en esta feria universal donde continuamente ocurren cosas
y nunca pasa nada.
Hay quienes mueren de miedo
ante la mera sospecha de que podrían darse de bruces
con la verdad de sus actos
y hay a quienes les da tanto coraje
que alguien pudiera sospechar que hay una verdad tras sus actos
que sencillamente se mueren.
Los hay que no mueren nunca
porque ya están muertos.
Jorge Reichmann - Los hay que mueren de silencio
sábado, febrero 07, 2009
jueves, febrero 05, 2009
martes, febrero 03, 2009
Karel Čapek
En 1920 abandona el periódico Papeles Nacionales en el que trabajaba con su hermano Josef. Eso le da la oportunidad de dedicarse con intensidad a la escritura de la que será su primera gran obra RUR (Robots Universales Rossum). En esta obra, una crítica al trabajo en cadena y a la cosificación del trabajador, Čapek introduce pro primera vez el término robot: máquinas inteligentes o semi-inteligentes cuyo único fin es el trabajo y servir al hombre. De hecho, el término robot parece ser que fue idea de su hermano Josef ante la pregunta de Karel acerca de un nombre para denominar los ingenios mecánicos que describía en su obra. El éxito de la obra que se estrenó primero en Praga y después en Londres (1923) hizo que el término robot (derivado del checo “robota”; es decir, trabajo) se convirtiese en universal y fuese un referente claro de otras obras literarias o cinematográficas como Metrópolis de Fritz Lang. En esta misma época, Čapek escribe otras obras como Factoría del espacio absoluto o Krakatit.
A partir de 1929, las obras de Čapek cambian de registro y se dedica al cuento, la novela corta (por ejemplo, Cuentos de dos bolsillos) y, nuevamente al ensayo periodístico además de escribir varias novelas para niños. Este periodo se prolonga hasta 1933, fecha a partir de la cual Čapek entra en una fase de actividad febril en la que escribe tres novelas en sólo dos años: Hordubal, Meteoro y Una vida ordinaria. Con la llegada al poder de los nazis en Alemania, y la creciente presión del fascismo sobre Checoslovaquia, Čapek se involucra en la política de su país, escribiendo numerosos artículos en la prensa. En 1936 publica una de sus obras más famosas, La guerra de las salamandras, una novela en la que bajo el manto de una historia de ficción, se introducen numerosos temas como el capitalismo, el racismo, el comunismo, y; sobre todo, los males del nazismo etc. En los siguientes dos años publicará La enfermedad blanca y Madre. A finales de 1938 Čapek cae enfermo con una grave neumonía y fallece el día de Navidad.
lunes, febrero 02, 2009
domingo, febrero 01, 2009
Tal vez en otra existencia
Remontar aquel río era como volver a los inicios de la creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra y los árboles se convirtieron en reyes. Una corriente vacía, un gran silencio, una selva impenetrable. El aire era caliente, denso, pesado, embriagador. No había ninguna alegría en el resplandor del sol. Aquel camino de agua corría desierto, en la penumbra de las grandes extensiones. En playas de arena plateada, los hipopótamos y los cocodrilos tomaban el sol lado a lado. Las aguas, al ensancharse, fluían a través de archipiélagos boscosos; era tan fácil perderse en aquel río como en un desierto, y tratando de encontrar el rumbo se chocaba todo el tiempo contra bancos de arena, hasta que uno llegaba a tener la sensación de estar embrujado, lejos de todas las cosas una vez conocidas... en alguna parte... lejos de todo... tal vez en otra existencia. Había momentos en que el pasado volvía a aparecer, como sucede cuando uno no tiene ni un momento libre, pero aparecía en forma de un sueño intranquilo y estruendoso, recordado con asombro en medio de la realidad abrumadora de aquel mundo extraño de plantas, y agua, y silencio. Y aquella inmovilidad de vida no se parecía de ninguna manera a la tranquilidad. Era la inmovilidad de una fuerza implacable que envolvía una intención inescrutable. Y lo miraba a uno con aire vengativo. Después llegué a acostumbrarme. Y al acostumbrarme dejé de verla; no tenía tiempo.
Joseph Conrad - El corazón de las tinieblas (extracto)