En fin, le había entrado esa manía de quien cuenta historias y nunca sabe si son más hermosas las que le ocurrieron de verdad y que al evocarlas traen consigo todo un mar de horas pasadas, de sentimientos menudos, tedios, felicidades, incertidumbres, vanaglorias, náuseas de uno mismo, o bien las que se inventa, en las que se tiende a cortar más por lo sano, y todo aparece fácil, pero que después cuanto más se divaga más advierte uno que vuelve a hablar de las cosas que ha poseído o comprendido en la realidad, viviendo.
Cósimo aún estaba en la edad en que las ganas de contar dan ganas de vivir, y se cree que no se ha vivido lo suficiente para contarlo, y así se marchaba de caza, estaba fuera semanas, luego volvía a los árboles de la plaza sosteniendo por la cola garduñas, tejones y zorros, y contaba a los ombrosenses nuevas historias que de verdaderas, contándolas, se volvían inventadas, y de inventadas, verdaderas. Pero en toda aquella manía había una insatisfacción más profunda, una carencia; en aquel buscar gente que lo escuchase había una búsqueda distinta. Cósimo no conocía todavía el amor, y toda experiencia, sin ésa, ¿qué es? ¿De qué sirve haber arriesgado la vida, cuando de la vida aún no conoces el sabor?
Cósimo aún estaba en la edad en que las ganas de contar dan ganas de vivir, y se cree que no se ha vivido lo suficiente para contarlo, y así se marchaba de caza, estaba fuera semanas, luego volvía a los árboles de la plaza sosteniendo por la cola garduñas, tejones y zorros, y contaba a los ombrosenses nuevas historias que de verdaderas, contándolas, se volvían inventadas, y de inventadas, verdaderas. Pero en toda aquella manía había una insatisfacción más profunda, una carencia; en aquel buscar gente que lo escuchase había una búsqueda distinta. Cósimo no conocía todavía el amor, y toda experiencia, sin ésa, ¿qué es? ¿De qué sirve haber arriesgado la vida, cuando de la vida aún no conoces el sabor?
Italo Calvino - El barón rampante (fragmento)
No hay comentarios:
Publicar un comentario