martes, agosto 12, 2008

Necesidades, vivencias, historias

En fin, le había entrado esa manía de quien cuenta historias y nunca sabe si son más hermosas las que le ocurrieron de verdad y que al evocarlas traen consigo todo un mar de horas pasadas, de sentimientos menudos, tedios, felicidades, incertidumbres, vanaglorias, náuseas de uno mismo, o bien las que se inventa, en las que se tiende a cortar más por lo sano, y todo aparece fácil, pero que después cuanto más se divaga más advierte uno que vuelve a hablar de las cosas que ha poseído o comprendido en la realidad, viviendo.

Cósimo aún estaba en la edad en que las ganas de contar dan ganas de vivir, y se cree que no se ha vivido lo suficiente para contarlo, y así se marchaba de caza, estaba fuera semanas, luego volvía a los árboles de la plaza sosteniendo por la cola garduñas, tejones y zorros, y contaba a los ombrosenses nuevas historias que de verdaderas, contándolas, se volvían inventadas, y de inventadas, verdaderas. Pero en toda aquella manía había una insatisfacción más profunda, una carencia; en aquel buscar gente que lo escuchase había una búsqueda distinta. Cósimo no conocía todavía el amor, y toda experiencia, sin ésa, ¿qué es? ¿De qué sirve haber arriesgado la vida, cuando de la vida aún no conoces el sabor?

Italo Calvino - El barón rampante (fragmento)

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