Como otras tantas madrugadas, el amanecer le atrapó con los ojos abiertos. El insomnio se había convertido en un compañero fiel de sus noches. Al principio se había sentido enfadado por su incapacidad para dormir pero ese sentimiento se había ido transformando paulatinamente en preocupación, resignación y, finalmente, se había convertido en indiferencia. Incluso casi se sentía agradecido por esas horas robadas al sueño que le daban tiempo para reflexionar. ¡Necesitaba tanto pensar! Hasta entonces, su vida no había sido ni especialmente feliz ni particularmente desgraciada. Jamás había tenido sueños de grandeza y aunque era ambicioso, su ambición se centraba en las cosas pequeñas. Sentía más satisfacción por un rato de charla en buena sintonía con alguien que por un gran éxito laboral. La luz del día empezaba a colarse por la ventana y se acercaba la hora de levantarse para ir a trabajar...
jueves, agosto 23, 2007
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