martes, noviembre 11, 2008

Como cada día

Como cada día, el viejo estaba sentado en aquel banco de la plaza. A estas alturas, a Carlos ya no le extrañaba, pero aún recordaba la sorpresa que sintió las primeras veces que lo vio. No es habitual encontrar a un viejo ciego sentado en un banco de una plaza cada día a las seis de la mañana. Hacía más de un año y el anciano no había faltado ningún día a su cita, daba igual que lloviese o nevase, que hiciese frío o calor. Aunque no se lo había dicho a nadie, durante varios días Carlos había salido más pronto de lo habitual para espiar la llegada del abuelo, incluso, en alguna ocasión había llegado tarde al trabajo para poder averiguar cuando se marchaba el anciano. En sus indagaciones, había averiguado que el viejo cada día, a las cinco y cuarenta y cinco minutos exactamente, aparecía por la esquina de la avenida, se dirigía a la plaza, tomaba acomodo en el banco y giraba su cara en dirección al este, como si estuviese mirando al mar. Así permanecía hasta las ocho, luego, se levantaba y se marchaba. Un día, la curiosidad le venció y se dirigió al viejo:
- Perdone señor – dijo Carlos
- ¿Es a mí? – pregunto el viejo ciego
- Sí, disculpe, verá… - balbuceó Carlos
- Es que llevo tiempo observándolo, por mera casualidad –agregó Carlos intentando disimular que había estado espiándole durante tanto tiempo
- Ya – dijo el abuelo y agregó: usted está intrigado por mi comportamiento, ¿verdad?
- Sí, se que quizás es indiscreto pero, ¿por qué viene usted cada día al amanecer, a la misma hora, se sienta en este banco y se marcha al cabo de un rato? – dijo Carlos
- Usted se ha dado cuenta de que soy ciego, ¿verdad? – dijo el anciano
- Sí – contestó Carlos
- Sin embargo, cada mañana vengo para ver amanecer – dijo el abuelo y añadió: Aseguraría que no me cree
- Hombre, es difícil hacerlo – dijo Carlos
- Veo el amanecer cuando noto el calor de la mañana, veo el amanecer en el ruido de la cuidad, veo el amanecer en el aleteo de los pájaros… ¿Quizás todo eso no forma parte del amanecer?
- Y ahora callemos y veamos salir el sol – añadió el viejo ciego.


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