miércoles, marzo 12, 2008

Lecturas para un día de gripe

DIAFOIRUS. -Con vuestro permiso nos retiramos.

ARGAN. -Antes os ruego que me digáis cómo estoy.

DIAFOIRUS (Tomándole el pulso.) Vamos, Tomás, tómale la otra mano y veamos si sabes hacer un diagnóstico por el pulso. ¿Quid dicis?

TOMÁS. -Digo que el pulso del señor es el pulso de un hombre que no está bueno.

DIAFOIRUS. -Bien.

TOMÁS. -Que está duriúsculo, por no decir duro.

DIAFOIRUS. -Muy bien.

TOMÁS. -Agitado.

DIAFOIRUS. -Bien.

TOMÁS. -Un poco desigual.

DIAFOIRUS. -Óptimo.

TOMÁS. -Lo cual produce una intemperancia en el parénquima esplénico; es decir, en el bazo.

DIAFOIRUS. -Muy bien.

ARGAN. -No. Purgón dice que mi enfermedad está en el hígado.

DIAFOIRUS. -¡Claro! Quien dice parénquima, lo mismo dice hígado que bazo, a causa de la estrecha simpatía que los une, ya por el vaso breve, por el píloro y, frecuentemente, por los conductos colédocos. Os habrá prescripto, sin duda, que comáis mucho asado.

ARGAN. -No; nada más que cocido.

DIAFOIRUS. -Sí.... asado y cocido vienen a ser lo mismo. Todas las prescripciones están muy atinadas. No podíais haber caído en mejores manos.

ARGAN. -Y decidme, señor: ¿cuántos gramos de sal deben echarse en un huevo?

DIAFOIRUS. -Seis, ocho, diez...; siempre números pares; al revés que en los medicamentos, que siempre son impares.

ARGAN. -Hasta la vista, señor.

Molière - El enfermo imaginario (fragmento de la escena VI)

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