Lo confieso: a veces también dedico una tarde a ir de compras. Sí, ya lo sé, no hace falta que me lo reprochéis, sólo soy otro “pequeñoburgués” (¿todavía se usa esta palabra?) alienado por la sociedad de consumo (¿qué queréis? uno ya tiene una edad y lo que se aprende de pequeño dura para toda la vida). El caso es que esta tarde he ido de compras. Necesitaba comprar una cajonera o mueble similar para guardar la ropa. Como no podía ser de otra manera, y al igual que otros miles de ciudadanos que tienen la pretensión de amueblar su casa sin gastar demasiado dinero, he ido a IKEA. Para quien no lo sepa, IKEA es aquel lugar al que vas a comprar una estantería y acabas comprando veintisiete cosas –que no necesitas- sin que ninguna sea la cajonera. Eso sí, te vas con la satisfacción de haber contribuido a la fortuna personal del propietario de la cadena así como de haber colaborado en pagar el sueldo (mísero) que reciben sus empleados.
Haciendo gala de mi legendaria capacidad de planificación, el día anterior había estado mirando su catálogo en Internet y tras varias horas de análisis detallado mi elección había sido la cajonera Slästgard que se ofertaba al módico precio de 25,95 €; es decir, una auténtica ganga. En previsión de la habitual orgía consumista que suele celebrarse en estas ocasiones, había apuntado también la posibilidad de comprar dos persianas de madera Linvian para el dormitorio a 15,99 € cada una. Consciente de la dificultad de mantener mis propósitos, durante el trayecto hasta el establecimiento (que como es habitual en este tipo de comercios se halla sito en una inmensa nave industrial en las afueras de las afueras) no cesé en repetir un viejo mantra de los lamas tibetanos: no comparé más de lo que necesito, no compraré más de lo que necesito, no compraré más de lo que necesito…
Reconfortado por el mantra llego al lugar. Lleno de gente. Algo en mi interior me impulsa a huir; sin embargo, seguro de mis objetivos me adentro en ese magma vivo de gente poseída por el maligno espíritu de IKEA. Supero sin demasiados problemas la prueba de la sección de los dormitorios (aunque es bien cierto que siento la tentación de comprar, por sólo 99 €, un magnífico colchón Florkinsk que no ajustaría a mi cama). Paso a la sección de muebles de cocina y desoigo los cantos de sirena que me llegan desde los fregaderos de cocina. Feliz y contento por mi entereza, decido recompensarme comprando una tabla de madera para cortar carne modelo Gartin por sólo 2,99 €. Atravieso a continuación el proceloso espacio dedicado a los muebles de comedor; es decir, mesas, sillas, bonitos muebles para la televisión, etc. Se desata una lucha dentro de mí. Por una parte, una voz me dice que compre la mesa Samsor de 1,80x0,90x1,20 a tan solo 249 € mientras que otra me recuerda que ya tengo una mesa en el comedor. A pesar de los sudores fríos, me sobrepongo a la crisis. Llego por fin a la sección de almacenaje. Aquí debo encontrar la cajonera Slästgard en madera de abedul. Efectivamente, ahí está. Sólo tengo que anotar la referencia: 666.666.66 El número me produce una efímera sensación de desconfianza que pronto se ve superada por la alegría de haber resistido hasta este momento la tentación de la compra compulsiva. Vale, he comprado la tabla de madera para cortar carne modelo Gartin por sólo 2,99 €, pero eso no cuenta. Para premiar mi entereza, compro la lámpara de pie Gustaffson que hace juego con la lámpara de techo Gustaffson que ya tengo en el dormitorio. Total, sólo son 12,99 € y aunque no sé donde voy a conectarla, ya encontraré algún lugar.
Con la satisfacción del deber cumplido, decido buscar las persianas Linvian. Al llegar a la sección persianas, parece que no está el modelo pero hay las Frinsholt por 10 € más. Un día es un día – me digo, y decido comprar las dos persianas que necesito. Un poco más allá está la sección de tonterías varias. Increíble, todo está tirado de precio. Como me he ceñido a los gastos que tenía planeados, decido comprar un juego de platos decorados Jarnsfält (12,99 €) y las tazas de café a juego (6,95 €). Ya me queda únicamente sobrevivir a la sección de textil y la de jardinería. No compro nada en el textil excepto una almohada cervical Hädfool (9,99 €). En jardinería compro un pequeño rosal (2,99 €). Prueba superada con éxito. Sólo me queda ir a recoger la cajonera Slästgard en el pasillo C sección 24.2 y ya puedo ir a pagar.
La sección 24.2 del pasillo C resulta estar al fondo, del fondo, del final de la nave industrial en la que se halla sito el centro comercial. Para mí sorpresa, en la sección 24.2 del pasillo C no hay ninguna cajonera Slästgard referencia 666.666.66 en madera de abedul. No queda más remedio que desandar lo andado y volver al punto de información en la sección B. Cinco minutos más tarde estoy en la fila del punto de atención de la sección B. Soy el quinto en la cola. Esperaré pacientemente. Quince minutos más tarde llega mi turno. Le explico mi caso a la chica que atiende en el mostrador. Ella en primer lugar me regaña como si yo fuera un niño de cuatro años aunque, probablemente, le doblo la edad. Me dice que seguro que no he mirado bien, y que, claro, como la gente no mira bien y va a preguntar, pues luego hay el lío que hay, y que son las nueve de la noche y ella leva así todo el día y que si la gente mirara bien no habría tanto lío. Tras disculparme por: a) ser tan burro, b) llevar gafas y, c) haber osado molestarla, le insisto educadamente acerca de que, a pesar de todos mis graves defectos morales y mis taras físicas, en la sección 24.2 del pasillo C no había ninguna unidad de la cajonera Slästgard referencia 666.666.66 en madera de abedul. Ella me mira con esa cara de estar pensando: “este, además de imbécil, es un contumaz” y teclea desganada la referencia 666.666.66 en su ordenador. Al instante, aparece en la pantalla un recuadro amarillo que nos avisa claramente y sin ningún género de duda: “Producto no disponible”. ¡Ah! Pues se ha acabado – balbucea ella sin atreverse a mirarme. Parece que sí – replico yo. Me disculpo de nuevo por haberla molestado y me despido con la interna satisfacción de saber que se ha restablecido el orden cósmico.
Por fin llego a la caja. He comprado la tabla de madera para cortar carne modelo Gartin por sólo 2,99 €; por 12,99 € he añadido la lámpara de pie Gustaffson que hace juego con la lámpara de techo Gustaffson que ya tengo en el dormitorio, las dos persianas Frinsholt por 25,99 € cada una, un juego de platos decorados Jarnsfält por 12,99 € más las tazas de café a juego por 6,95 €, la almohada cervical Hädfool a 9,99 € y el rosal a 2,99 €. Total: 100.88 €. ¡Vaya! Al final no he podido comprar la cajonera Slästgard. Tendré que volver otro día.
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