martes, diciembre 09, 2008

Deseos navideños

Juan temía la llegada de la Navidad. Como a otros muchos, el ambiente navideño le deprimía. Las luces, los villancicos y, sobre todo, la obligación de estar contento, eran superiores a sus fuerzas y al finalizar las fiestas siempre se sentía exhausto. Los síntomas de su síndrome navideño empezaban puntualmente con la cantinela del sorteo de lotería de Navidad, empeoraban hasta Año Nuevo y poco a poco iba recuperándose a partir del día de Reyes. No es que Juan fuese un tipo triste; al contrario, era de natural alegre; sin embargo, el ambiente de la Navidad actuaba sobre él como un veneno. Juan siempre pensaba que sería estupendo poder irse a dormir el día 23 y despertarse el 7 de enero.

Juan se despertó sobresaltado. Su cabeza estaba embotada y tenía esa extraña sensación, propia de una siesta de domingo por la tarde, en la que uno no sabe si es de día o de noche. A tientas buscó el reloj en la mesilla de noche y se lo acercó a los ojos. Las siete y cinco. Bueno, aún era media tarde. Se levanto y sin siquiera ponerse las zapatillas se dirigió a la ventana para subir la persiana. Aunque no era tarde todo estaba extrañamente quieto. Miró por la ventana y las aceras estaban completamente desiertas y los comercios estaban cerrados. Le pareció muy extraño y encendió la radio. Una voz familiar anunció que eran las siete y diez de la mañana del día 7 de enero ¡No podía ser! Él se había ido a hacer la siesta a las tres de la tarde pero del día 21 de diciembre. No podía haber dormido tanto. ¡Había perdido 16 días de su vida!

Juan se despertó sobresaltado. Su cabeza estaba embotada y tenía esa extraña sensación, propia de una siesta de domingo por la tarde, en la que uno no sabe si es de día o de noche. A tientas buscó el reloj en la mesilla de noche y se lo acercó a los ojos. Las siete y cinco. Se levantó de un salto y se dirigió corriendo a la ventana para subir la persiana. Ya era de noche pero la calle era un hervidero de gente yendo arriba y abajo. Juan miró las luces de los comercios y sonrió. Por primera en su vida deseó que mañana le despertase la cantinela de la lotería de Navidad.


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