El 5 de abril de 1815, los habitantes de la isla de Sumbawa en Java Oriental presenciaron una pequeña erupción del volcán Tambora que desde hacía varios años registraba signos de una creciente actividad. Tras la erupción, empezaron a escucharse una serie de detonaciones, cada vez de mayor intensidad, que pudieron ser escuchadas en lugares tan distantes como Yakarta (a más de 1.200 Km). Durante la noche del 5 al 6 de abril, la actividad pareció aumentar y el volcán empezó a expulsar grandes cantidades de ceniza que, transportadas por el viento, pronto llegaron a otras muchas partes de Indonesia.
En la madrugada del 10 de abril, la actividad volcánica creció aún más y a las 7 de la mañana, el monte Tambora se convirtió literalmente en una masa de lava de la que salían expulsadas rocas ígneas de hasta 20 centímetros de diámetro. La emisión de lava, rocas piroclásticas y ceniza continuó, acompañada de grandes explosiones continuó hasta el día 17 de abril, momento en el que comenzó a remitir. La erupción arrojó a la atmósfera unos 100 Km3 de material. El monte Tambora medía unos 4.000 metros antes de la erupción y se vio reducido a 2.850 metros tras ella con una caldera interior de 7 Km de diámetro. La vegetación quedó arrasada en la isla de Sumbawa y en otras islas colindantes en un radio de 30 Km. Entre 80.000 y 100.000 personas murieron como consecuencia directa de la erupción; sin embargo, el impacto de esta erupción se haría notar también en lugares muy distantes.
Tuve un sueño que no fue un sueño.
El brillante Sol se apagó, y las estrellas
Vagaron oscuramente por el espacio eterno.
Lord Byron – Darkness (fragmento)
Este poema de Lord Byron, escrito durante el verano de 1816, refleja el profundísimo efecto que la erupción de Tambora tuvo sobre el clima. La ingente cantidad de ceniza que quedó en suspensión tras la erupción (se calcula que la columna de humo llegó a una altura de entre 40 y 45 Km; directamente en la estratosfera) y que lentamente fue diseminándose en la atmósfera, bloqueaba la radiación solar con el consiguiente enfriamiento de las capas inferiores. Por otra parte, la gran cantidad de sulfuros evacuados en la erupción se combinaron con el agua atmosférica produciendo ácido sulfúrico. Como resultado, las gotas de sulfúrico aumentan la reflexión de la radiación solar y, al mismo tiempo, son responsables de una lluvia ácida de efectos devastadores para la agricultura.
Aunque los datos de los que se dispone son parciales, parece ser que los efectos más intensos se produjeron en Europa donde las temperaturas bajaron alrededor de un grado de media sobre los valores considerados normales en la época. Así por ejemplo, en Barcelona las temperaturas de los meses de julio y agosto de 1816 se correspondieron más con las de una primavera incipiente (con mínimas de 12 grados) que con las del verano. En latitudes más septentrionales los efectos fuyeron extremos y, de hecho, el hielo no se retiró prácticamente en todo el año en la banquisa ártica siendo posible llegar a Groenlandia desde Islandia a través de los hielos. En América y Asia el descenso de temperaturas fue más moderado (entre 0,3 y 0,7 grados). En gran parte de Europa, el descenso de temperaturas se acompaño de lluvias torrenciales o sequías lo que arruinó la mayor parte de las cosechas causando importantes hambrunas en diversos lugares del continente. Por ejemplo, en Suiza la hambruna fue enorme y se llegaron a registrar casos de canibalismo entre la población. Los efectos de la erupción de Tambora se prolongaron aun durante 1817 (en ese año se heló completamente el puerto de Nueva York) aunque en menor medida y a partir de 1818 las temperaturas tendieron a recobrar la normalidad pero todo el mundo recordaba el año en que no hubo verano.
Tuve un sueño que no fue un sueño.
El brillante Sol se apagó, y las estrellas
Vagaron oscuramente por el espacio eterno.
Lord Byron – Darkness (fragmento)
Este poema de Lord Byron, escrito durante el verano de 1816, refleja el profundísimo efecto que la erupción de Tambora tuvo sobre el clima. La ingente cantidad de ceniza que quedó en suspensión tras la erupción (se calcula que la columna de humo llegó a una altura de entre 40 y 45 Km; directamente en la estratosfera) y que lentamente fue diseminándose en la atmósfera, bloqueaba la radiación solar con el consiguiente enfriamiento de las capas inferiores. Por otra parte, la gran cantidad de sulfuros evacuados en la erupción se combinaron con el agua atmosférica produciendo ácido sulfúrico. Como resultado, las gotas de sulfúrico aumentan la reflexión de la radiación solar y, al mismo tiempo, son responsables de una lluvia ácida de efectos devastadores para la agricultura.
Aunque los datos de los que se dispone son parciales, parece ser que los efectos más intensos se produjeron en Europa donde las temperaturas bajaron alrededor de un grado de media sobre los valores considerados normales en la época. Así por ejemplo, en Barcelona las temperaturas de los meses de julio y agosto de 1816 se correspondieron más con las de una primavera incipiente (con mínimas de 12 grados) que con las del verano. En latitudes más septentrionales los efectos fuyeron extremos y, de hecho, el hielo no se retiró prácticamente en todo el año en la banquisa ártica siendo posible llegar a Groenlandia desde Islandia a través de los hielos. En América y Asia el descenso de temperaturas fue más moderado (entre 0,3 y 0,7 grados). En gran parte de Europa, el descenso de temperaturas se acompaño de lluvias torrenciales o sequías lo que arruinó la mayor parte de las cosechas causando importantes hambrunas en diversos lugares del continente. Por ejemplo, en Suiza la hambruna fue enorme y se llegaron a registrar casos de canibalismo entre la población. Los efectos de la erupción de Tambora se prolongaron aun durante 1817 (en ese año se heló completamente el puerto de Nueva York) aunque en menor medida y a partir de 1818 las temperaturas tendieron a recobrar la normalidad pero todo el mundo recordaba el año en que no hubo verano.
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