Entre los distintos animales imaginarios que pueblan la mitología, el ave fénix es uno de los iconos más persistentes tanto en Occidente como en Oriente.
El fénix se describe como un ave de gran tamaño, con un plumaje de color rojo, mezclado con púrpura, amarillo, dorado y azul. Según la tradición, el fénix vivía ya en el Jardín del Edén y posteriormente se podía encontrar en los países de Oriente, más allá del Tigris.
Sin embargo, la característica más peculiar del fénix es su inmortalidad. Cuando el fénix se sentía en su vejez y próximo a morir (y esto ocurría cada 300 ó 500 años), encendía una hoguera y se arrojaba a ella en la que moriría incinerada. De sus cenizas, al primer día saldría un pequeño gusano o polluelo que a los tres días ya sería un ave fénix adulta.
En la tradición judeo-cristiana, la inmortalidad del fénix provenía de haber sido el único animal que no quiso probar la fruta del árbol del Bien y del Mal en el Paraíso. Cuando el Arcángel San Miguel expulsa a Adán y Eva, una de las chispas de su espada alcanza el nido del fénix que muere en el incendio. Como recompensa a su fidelidad a Dios, se le concede el don de la inmortalidad renaciendo de sus cenizas. El fénix se convirtió posteriormente en el símbolo del Cristo resucitado.
La leyenda del fénix es de origen oriental y fue adoptada por los griegos y otros pueblos del Mediterráneo Oriental, entrando en la cultura Occidental en épocas muy antiguas. Así, se cuenta que el emperador Heliogábalo (204-222) quiso comer carne de fénix para conseguir la inmortalidad.
El fénix se describe como un ave de gran tamaño, con un plumaje de color rojo, mezclado con púrpura, amarillo, dorado y azul. Según la tradición, el fénix vivía ya en el Jardín del Edén y posteriormente se podía encontrar en los países de Oriente, más allá del Tigris.
Sin embargo, la característica más peculiar del fénix es su inmortalidad. Cuando el fénix se sentía en su vejez y próximo a morir (y esto ocurría cada 300 ó 500 años), encendía una hoguera y se arrojaba a ella en la que moriría incinerada. De sus cenizas, al primer día saldría un pequeño gusano o polluelo que a los tres días ya sería un ave fénix adulta.
En la tradición judeo-cristiana, la inmortalidad del fénix provenía de haber sido el único animal que no quiso probar la fruta del árbol del Bien y del Mal en el Paraíso. Cuando el Arcángel San Miguel expulsa a Adán y Eva, una de las chispas de su espada alcanza el nido del fénix que muere en el incendio. Como recompensa a su fidelidad a Dios, se le concede el don de la inmortalidad renaciendo de sus cenizas. El fénix se convirtió posteriormente en el símbolo del Cristo resucitado.
La leyenda del fénix es de origen oriental y fue adoptada por los griegos y otros pueblos del Mediterráneo Oriental, entrando en la cultura Occidental en épocas muy antiguas. Así, se cuenta que el emperador Heliogábalo (204-222) quiso comer carne de fénix para conseguir la inmortalidad.
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